El doctor Raúl H. Winograd explica por qué pasó a ser un motivo importante.
Además del embarazo no intencional en adolescentes, debe resaltarse en todas las edades un crecimiento exponencial (solo comparable al de épocas anteriores a la aparición de los antibióticos) de los contagios de sífilis y otras infecciones de transmisión sexual. Lamentablemente, además, la mayoría de los casos no se notifican, por lo que no existen datos oficiales confiables.
En la realidad se está muy lejos de lograr una capacitación suficiente en los aspectos esenciales de la sexualidad, no solamente entre los profesionales de la salud, sino peor aún, entre los docentes de todos los niveles de la educación formal.
En nuestro país existen programas o planes públicos y privados para acceder gratuitamente a métodos anticonceptivos, en especial hormonales o de barrera, y últimamente también a dispositivos intrauterinos de acción prolongada. Pero, sin embargo, por el momento no se han logrado los resultados esperados.
Cito aquí algunos párrafos esenciales pertenecientes al documento del Ministerio de Salud de la Nación: “El embarazo en la adolescencia en la Argentina y las respuestas implementadas por el Estado en los últimos años: el Plan ENIA”, Frenkel, J. (nov.2019), que analiza exhaustivamente nuestra realidad y propone intervenciones concretas que se integran a la Educación Sexual Integral.
En 2017, en Argentina nacieron 704.609 niños y niñas, de los cuales un 13% (94.079) son hijos o hijas de adolescentes menores de 20 años y 2.493 lo son de niñas menores de 15 años (DEIS, 2018).
El embarazo en la adolescencia es producto de una serie de factores que interactúan entre sí, y es a la vez causa y consecuencia de la vulneración de derechos: a la educación general, a la educación sexual, al acceso a la información sobre salud sexual y reproductiva, al acceso a métodos anticonceptivos eficaces, a una vida libre de violencia de todo tipo y a tomar decisiones libres basadas en información sobre la vida sexual y la capacidad reproductiva, entre otros (UNFPA, 2013).
Este plan parte de una política intersectorial e interjurisdiccional que surge en 2017 por iniciativa del Gobierno Nacional. El mismo se construye a partir de una visión integral del problema, articulando y potenciando respuestas y dispositivos de política pública preexistentes, pero que ofrecían respuestas a distintos aspectos del problema de manera fragmentada. El plan reúne y potencia esos esfuerzos con el objetivo de abordar de forma integral la prevención del embarazo no intencional en la adolescencia.
Por último, siguiendo a plan ENIA (2018), un aspecto por el cual el embarazo en la adolescencia merece atención, es su carácter muy frecuentemente involuntario. El 58,9 % de los embarazos de las adolescentes de 15 a 19 años y el 83,4% de los de las menores de 15 años son reportados como no intencionales por las niñas y adolescentes (PNSIA, 2018). Otra consideración a destacar es que si bien la gran mayoría de los embarazos en la adolescencia no son intencionales, la utilización de métodos anticonceptivos en el país es baja y no es sistemática (Kornblit, Mendes Diz y Adaszko, 2007; Fundación Huésped- UNICEF, 2012; Zamberlin et al, 2017).
Al respecto, diversos factores se reconocen como barreras a una prevención efectiva de los embarazos no intencionales. Entre ellos, se destacan tres limitantes que impiden que los adolescentes puedan informarse y por ende tomar decisiones libres sobre su salud sexual y reproductiva: la falta de acceso a, justamente, esta información y a una educación sexual integral en las escuelas; la falta de acceso a consejerías adecuadas respecto a salud sexual y reproductiva en los hospitales y centros de salud, incluyendo la interrupción legal del embarazo en las situaciones previstas en el marco normativo y la falta de acceso a métodos anticonceptivos gratuitos y probadamente efectivos.
Organización Mundial de la Salud
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