Se conmemora el Día Mundial del Superviviente de Cáncer. La investigación clínica busca aportar beneficios en la sobrevida de esta creciente población. Allí, vuelven a posicionarse los medicamentos inhibidores de la angiogénesis.
El primer domingo de junio se conmemora un nuevo Día Mundial del Superviviente de Cáncer. La iniciativa -que tuvo su punto de partida en los Estados Unidos y ahora tiende a globalizarse- resulta una oportunidad para celebrar que existan cada vez más personas que logran sobrevivir a este grupo de enfermedades. También permite pedir por un mayor acceso a cuidados médicos y de otra índole para esta creciente población.
Se estima que alrededor de 32,6 millones de personas han logrado a nivel mundial sobrevivir al cáncer. En parte eso guarda relación con el mayor arsenal terapéutico disponible. Todo es producto de una investigación clínica febril. Aquí se prueban constantemente nuevas moléculas, se buscan nuevas indicaciones para fármacos ya conocidos, o se intentan combinar distintas familias de medicamentos oncológicos para beneficio del paciente. Esto último parece traer de vuelta, al menos al plano de la investigación, a los medicamentos inhibidores de la angiogénesis. Actualmente, despiertan expectativa al ser utilizados en ensayos clínicos en asociación con los fármacos inhibidores de puntos de control inmunitario.
Recientemente, la revista Science se hizo eco del resurgimiento de este grupo de fármacos. Cabe recordar que habían desencadenado grandes expectativas hacia fines de la década de 1990. Esto era debido a la capacidad que demostraban en el laboratorio para prevenir el desarrollo de vasos sanguíneos que emplean los tumores durante su crecimiento y diseminación. Aunque luego la falta de evidencias consistentes en ensayos clínicos llevó a poner esta línea de investigación en pausa. Solo unos pocos medicamentos, como por ejemplo bevacizumab, lograron atravesar las distintas fases de experimentación clínica, dar con la aprobación de entidades regulatorias y ser finalmente usados en pacientes.
Lo que prometían los inhibidores de la angiogénesis resultaba razonable. Dada su capacidad para inhibir el desarrollo de nuevos vasos sanguíneos, estos agentes limitarían la provisión de oxígeno y otros nutrientes que necesitan las células tumorales. La falta de esos recursos, luego limitaría el desarrollo y la diseminación tumoral. Pero las expectativas chocaron contra nuevos datos que dan cuenta de la posibilidad que tienen las células neoplásicas de volverse resistentes a esta terapia. También confrontó con la capacidad que tienen los tumores para comandar vasos existentes. No necesariamente para crecer tienen que sintetizar nuevos vasos.
La combinación de inhibidores de la angiogénesis con medicamentos inhibidores de puntos de control inmunitario también hoy parece razonable. Algunos expertos en oncología ya se han mostrado entusiasmados con la posibilidad de dar con un efecto sinérgico. Por ejemplo, en un congreso reciente -organizado por la American Association for Cancer Research (Estados Unidos)- se presentó evidencia clínica a favor del empleo de la combinación en el carcinoma hepatocelular. En pacientes con dicha neoplasia se logró disminuir la tasa de recurrencia de la enfermedad.
Según se comenta en Science, el fenómeno que estaría detrás la sinergia tiene que ver con la capacidad del inhibidor de la angiogénesis para restaurar la arquitectura vascular. Los vasos sanguíneos tumorales frecuentemente se muestran distorsionados, son aberrantes y presentan alteraciones morfológicas. En definitiva, esto atenta contra el efecto de los medicamentos inhibidores de puntos de control inmunitario. Limita en gran medida la llegada al interior de la neoplasia de células vitales, como por ejemplo los linfocitos T citotóxicos. La normalización vascular brindada por los antiangiogénicos vuelve todo más fácil.
Todavía quedan aspectos a definir con el empleo combinado de fármacos. Por ejemplo, analizar mejor la posibilidad de algunos eventos adversos. Pero la investigación con inhibidores de la angiogénesis vuelve a cobrar ritmo, esta vez de la mano de los inhibidores de puntos de control inmunitario. Decenas de ensayos evalúan la asociación en distintas indicaciones oncológicas.
Pero no solo eso, algunas compañías ya apuestan a dar con nuevas moléculas antiangiogénicas para ser utilizadas exclusivamente en combinación.
“El desafío es ver como se podría monitorear la normalización de los vasos sanguíneos de una manera costoefectiva y por un período de tiempo”, comenta un experto a Science.
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