Durante la pandemia, nuestra profesión es vulnerada y a la vez fortalecida (nótese, no escribí fue, ya que aún estamos en pandemia). Fuimos y somos la primera línea de batalla, desde los distintos ámbitos. Muchos enfermaron y perdieron la vida. En esta época aprendimos que el hombre no tiene control sobre nada y la irracionalidad de la vida es inevitable.

Un hecho que produjo azoramiento seguido de indignación ha sido que, a pesar del declamado reconocimiento a los miembros de los equipos de salud y a las manifestaciones públicas de apoyo, muchos de sus miembros sufrieron actos de hostilidad por parte de vecinos temerosos de ser contagiados.

Pero nunca en la historia se vio la necesidad imperiosa de que las enfermeras y los enfermeros se encuentren a la altura de las circunstancias, con conocimientos científicos especializados y actualizados, basados en evidencia disponible, para cuidar pacientes con COVID-19. No solo fue necesario profesionales capacitados.

Otro componente en esta pandemia fue la ampliación del rol enfermero como nexo entre pacientes y familias, por la limitación y, en algunos casos, prohibición de acompañantes, un componente dramático en la vida de una persona enferma y moribunda. Y en este contexto complejo, la contención de pacientes también la realizó enfermería.

A este contexto de privilegio se agregan varios factores interesantes:

1. Enfermería es la fuerza de trabajo en salud más numerosa, del sector salud, y más requerida por su déficit en cantidad y calidad. Representa más del 50% del total, sin embargo, su escasez compromete la meta global de lograr la salud para todos en el año 2030.
2. La Organización Mundial de la Salud, en su documento Distribución de la fuerza de trabajo en enfermería en la Región de las Américas, publicado en el año 2018, refiere un déficit mundial de 12,9 millones de profesionales de la salud, correspondiendo 4,3 millones a médicos y enfermeras.
3. Respecto al grado de capacitación, el 70% de la fuerza de trabajo de enfermería está conformada por técnicos y auxiliares, con una formación promedio de uno a dos años, en algunos casos en instituciones no universitarias. En algunos países, la relación es de dos enfermeros licenciados por cada ocho técnicos, tecnólogos y auxiliares de enfermería.
4. Es, sin duda, una necesidad imperiosa la necesidad de aumentar la proporción de los enfermeros licenciados, profesionales capacitados con carrera universitaria de 4 a 5 años, respecto al resto del recurso humano en enfermería en la región para fortalecer los servicios, la calidad de la atención a la salud y la seguridad de los pacientes.

Por otro lado, cada vez se requiere más de profesionales especializados en el cuidado. Es incipiente la formación de especialistas en distintas áreas específicas del cuidado enfermero, como en salud comunitaria, en el cuidado de recién nacidos de alto riesgo, cuidados intensivos en todas las edades de la vida, cuidados del adulto mayor o cuidados paliativos. También, son áreas de formación necesarias la enfermería oncológica, la seguridad del paciente y los profesionales especializados en control de infecciones, debido a las enfermedades prevalentes en nuestro medio.

En la Argentina, hay un número cercano a 180.000 enfermeros matriculados. Respecto al grado de capacitación el 10% son licenciados en enfermería, 40% son enfermeros profesionales o técnicos y 50% son auxiliares en enfermería.

Argentina tiene una de las relaciones más bajas de enfermeros por habitantes en América, tan solo 4,24 enfermeros cada 10.000 personas. En los Estados Unidos y Canadá, la relación es 111 y 106 enfermeros por cada diez mil personas.

En el caso de los enfermeros licenciados, aquellos que tienen una formación universitaria de entre cuatro y cinco años, hay un enfermero por cada nueve médicos, cuando lo ideal sería que esa relación se diera a la inversa.

En pocos años, se requerirán enfermeros capacitados que cubran una innumerable cantidad de puestos, que dejarán libres profesionales a punto de jubilarse. Existe una gran ventana de oportunidad para el crecimiento profesional.

No hay duda de que quien acceda a puestos de privilegio, a mayores y mejores oportunidades de empleo y remuneraciones, serán los profesionales enfermeros que sean competitivos para la época que vivimos. Aquellos que se capaciten y se ubiquen con conocimientos y habilidades no técnicas a la altura de las circunstancias. El personal de enfermería que se capacita tiene un alto grado de satisfacción profesional, es proactivo y tiene pensamiento crítico. Esto impacta en la mejora de la productividad y lo más importante de todo, proporciona cuidados seguros, basados en evidencia y de calidad, centrados en la familia, que se refleja en mejores resultados en los pacientes y menores eventos adversos.

Acceder a puestos de liderazgo dentro del sistema de salud, es primordial para poder liderar el cuidado y ejercer poder en el sistema sanitario. Se requieren doctores en enfermería, especialistas en áreas de cuidado, y magísters que piensen en soluciones, mientras que sus seguidores piensan en problemas.

Aunque nada del entorno cambie, si cambio como profesional, todo cambia. No hay límites en nuestra profesión, los ponemos nosotros.